Quince años después, e incluso antes de esa cuenta -que para cualquier proyecto abre las puertas a la mayoría de edad- ‘Cultura entre las manos’ ya era muchas cosas: la utopía, el sueño de lo posible, la ilusión. Con el devenir del tiempo, lo maravilloso se transformó en real; y la comunidad Sorda de La Habana, sus familiares y amigos, comenzaron a sentir como suyo un espacio que les mostraba, en su lengua y con su códigos, el mundo por conocer y conquistar.
Así, cada día, cada reto, cada logro superaba al anterior, y, de a poco, sumamos grandes jornadas, días mágico y momentos históricos: esos que por su trascendencia, por la huella que dejaron, sobrevivirán siempre al paso del tiempo y a los cráteres de la memoria.
El estreno de la Obra de Teatro Cecilia Valdés, con un elenco de actores Sordos y en Lengua de Señas Cubana, fue precisamente eso: un momento histórico que logró el efecto más difícil de una puesta en escena ante casi 100 espectadores, la amplia mayoría sorda, conmover, rozar esa fibra de sensibilidad que los seres humanos muchas veces nos reservamos, máxime en presencia del otro.
Pero el silencio, el vestuario, los actores, su lengua y sus gestos desarmaron al auditorio y, al menos por un ratico, cada uno de los presentes fuimos, ante la obra, lo invisible a los ojos. Con este teatro de Cecilia, que, como la novela de Cirilo Villaverde, no es un relato romántico, sino la narración de una época esencial para entender lo cubano, la comunidad Sorda no solo se apropió de una historia que le era ajena, sino que lo hizo desde la comprensión de lo que ellos mismos pueden lograr, con el apoyo necesario.
Para Cultura entre las manos la felicidad cupo en los aplausos sordos, en las lágrimas, en cada gestos de gratitud. No había recompensa mayor para las horas de lecturas, de explicaciones, de ensayos. En definitiva, no había mejor celebración para nuestros 15 años que materializar ese sueño que soñábamos cuando el proyecto era, a penas, una ilusión.